viernes, 29 de agosto de 2008

LA LIBERTAD DE HABER NACIDO


Despacio. Despacio y lentamente. Sin que nadie le haya explicado, practica sobre el ensayo y el error. Sujeta, primero, suavemente el biberón. Le calcula su peso. "3 onzas, está bien" –piensa–. Por primera vez siente entre sus manitas la tibies de la leche. Eso lo hace reaccionar y pone en funcionamiento la inmensa red neural.

Cree que es sólo de tocar y dejar. Pero se da cuenta que debe sostener. Le toma tiempo. No le importa. "Me quedo todo el tiempo del mundo. Total, es mi leche y tengo hambre" –trata de decirnos con sus ojos brillosos.
Con cierta duda succiona la teta, pero a medida que se alimenta le toma confianza y lo hace de forma decidida, con derecho, con razón. "Es mi teta".

Después de unos días Noah se torna en un bebé independiente a la hora de alimentarse. Sólo se siente algo inactivo cuando se alimenta del pecho de mamá. Pero, cuando es con biberón él toma el control de la situación. Con destreza lo desliza hacia su boca y empieza el círculo de siempre: sostener, medir y succionar. Son los primeros indicios de su libertad, de su independencia. Para eso hemos nacido, para ser hombres libres.

Espero hijo que cuando crezcas seas la persona que quieras ser... como lo eres ahora.

Te amo Noah.

MOMENTOS MÁGICOS


Es cierto. Todos hemos vivido en alguna etapa de nuestras vidas "un momento mágico". Al ser personas de costumbres y hábitos, de conceptos, normas y reglas; dejamos en la zaga nuestra esencia natural.

Casi siempre y a diario, nos sentamos al final del día –algunos de nosotros– a evaluar el resultado de nuestras vivencias. Somos tan mecánicos que dejamos pasar los detalles más simples, pero con una carga simbólica poderosa. No tomamos en cuenta el gesto amable de un amigo, la sonrisa pura de un niño, las lágrimas sinceras de una madre, el cantar puro y celestial de las aves, el ruido del agua al caer en un estanque. Nada. No nos fijamos en nada. Ahora más que nunca somos superficiales y parciales.

Los japoneses llaman al detalle estético de la belleza simple, sutil y discreta: Shibumi. Y es en el shibumi donde encontramos muchas veces nuestros momentos mágicos.
Cuando nos abstraemos de nuestro mundo real y nos fijamos en la naturaleza de vida, cuando nos 'alelamos' de algo y ese algo nos arrebata por unos instantes de nosotros mismos, mirando fijamente, sintiendo en el corazón que todo a nuestro alrededor tiene vida y cuando por fin nos damos cuenta que somos parte de todo y que todo es parte de nosotros, es ahí que vivimos un momento maravilloso, podríamos decir, casi espiritual. Sólo depende de nosotros de dejarnos guiar y de abrir nuestro corazón a las cosas simples de la vida, a las cosas más sencillas que suceden. A todo ello démosle la atención que merecen.

Particularmente, hace menos de un mes, viví el momento enormemente mágico de mi vida. Siempre he admirado a la naturaleza. Ella es sabia y dadivosa. He pasado innumerables veces 'alelado' con sólo sentir el rocío de la lluvia cayendo en mi cara, con el sonido triste y melancólico que produce el viento en campo abierto, inclusive alguna vez me distraje por buenos minutos observando a un caracol cruzar lentamente una vereda. "Estás loco", me decían. Pero para mi alma esos detalles son inevitablemente mágicos.

La cúspide máxima la sentí hace unas semanas, cuando nació mi hijo. Ese milagro es sencillamente inexplicable emocionalmente. Me sentí afortunadamente abrumado con su llegada. Su presencia rebasa cualquier shibumi antes vivido. De lejos. La creación de la vida misma es absolutamente sublime, divino.

Ahora vivo en éxtasis casi a diario, porque al verlo a él, veo el milagro de la vida, de la naturaleza, de Dios. Ver cada gesto, cada movimiento, sentir su fragancia pura; es casi tocar el cielo con las manos.
Estoy en deuda con Dios. Y debo honrarla haciendo de Noah un hombre libre y feliz.

Espero que todos ustedes experimenten los momentos mágicos de sus vidas. Saboréenla. Disfrútenla. Miren las cosas sencillas y complejas que la naturaleza nos brinda. Tratemos de ser por un rato parte de ella, y hacer de ella parte de nosotros. Cuando estés en ese trance te aseguro que tu cuerpo experimentará algo místico. Aunque no lo creas, te sentirás feliz, satisfecho y sobre todo, vivo.

Espero sean felices con lo mínimo y no con la abundancia.

Saludos.